"Hay que darle valor al punto, pero este vestuario tiene ambición y creo que el que no nos vayamos satisfechos habla mucho de lo que se piensa dentro y de que creemos que tenemos potencial para ganar aquí”, argumentaba Álvaro Rodríguez, goleador en tierras asturianas, al acabar el choque del pasado jueves. Seguía así la misma línea de su entrenador, que en el mismo estadio gijonés decía que “Me voy ‘cabreao’. Para ganar en El Molinón hay que dejarse la vida, hay que dar un punto más y no lo hemos dado”.
Una señal de ambición que mostró de nuevo, y de forma inequívoca, en la previa del duelo de esta noche. “Yo no me conformo con el empate, lo digo de corazón”, pese a tener claro el rival que tendrá su equipo enfrente. Un “titanic” que además llega viento en popa y a toda vela al Carlos Belmonte. El Levante UD ha recolectado 13 de los últimos 15 puntos en juego y hasta este jueves, que empató, encadenó cuatro partidos seguidos venciendo.
Un reto, por tanto, como pocos para nuestro Albacete que, en contrapeso, demuestra que su ambición está por las nubes. Como por las nubes estaba el cohete que obligó a la expedición blanca a bajarse del avión el pasado viernes para hacer por carretera el trayecto entre Asturias y nuestra tierra. Un bache más para un equipo que ha demostrado en repetidas ocasiones capacidad de respuesta a las inclemencias. Sin ir más lejos, en la racha de ocho partidos sumando, se encuadra un hilo de tres partidos en una semana, con viaje al norte entre semana incluido.
Y es que el Albacete, que va sumando y sumando, se ve capaz de cualquier cosa, cualquier reto, siempre y cuando sea fiel a su convicción de luchar y emocionar. Dones imprescindibles para hacer frente a un equipo que hoy viene con un punto más que el Alba pero que el curso pasado era dos categorías superior.
Partido, en definitiva, de los que gustan jugar, ver y vivir entre un plantel y una afición unidos por una misma idea.
