Que el Albacete sabía sufrir lo sabíamos, lo lleva en su ADN desde hace casi 80 años. Que además sabía ganar batallando, también. Pero, en la nueva normalidad, nos faltaba ver un compendio de ambas, más si cabe tras la buena imagen de la pasada jornada. Y eso llegó en el momento justo y en el lugar adecuado.
En su comienzo, el choque tuvo mucha intensidad pero escasa fluidez. Los dos equipos se tanteaban y buscaban hacerse con el dominio, sin dar un milímetro en defensa al rival ni permitirse demasiados adornos en ataque. Con el paso de los minutos el juego se iba trabando, con más amonestaciones que ocasiones de gol, que cuando llegaban lo hacían mediante juego directo. El Alba se estiró y merodeó la meta de Casto, mayormente con acercamientos que protagonizaron Acuña o Mesa, aunque sin finalizar con claridad.
Cuando todo parecía abocado a un primer tiempo en tablas, sobrevoló Mesa. En el minuto 45, el atacante canario remachó en el área un balón que llegó con fuerza de los brazos de Kecojevic, que sacó de banda con precisión e ímpetu. El ‘24’ blanco no marró la oportunidad y, ante la salida del portero local, estiró la pierna para variar la trayectoria del cuero hacia la red.
La segunda mitad fue igual de intensa, aunque con los dos equipos a distintas velocidades. El Extremadura buscaba mediante juego directo y balones largos igualar el marcador, mientras que el Alba quería calmar el juego, no conceder en defensa y atacar en pos de un nuevo tanto.
Con el paso de los minutos llegó el carrusel de cambios en el que el Alba modificó el esquema y apretó con más fuerza si cabe, obteniendo su justa recompensa. Victoria de casta que permite a los manchegos escalar posiciones en la tabla, ganarle el goal average a los extremeños y, algo aún más importante, reafirmarse en su senda.
