El partido empezó con luz del sol. Acabó en noche cerrada, aunque rota de alegría a cargo de cientas de gargantas que jaleaban a los suyos. El partido fue un martes en Santo Domingo y el equipo lo trató como su gran día, como hace cada vez.
Fue a domicilio, pero se sintió como en casa. El Albacete de los desequilibrios en casa y fuera igualó la balanza a base de ponerle fuerza y tesón.
Porque es muy difícil ganar en esta categoría, más aún como visitante y más tras recibir un golpe. El Alba hizo eso y más para encadenar dos triunfos y anotar cinco goles en menos de 72 horas.
Con varios cambios en el once, también en el esquema, no varió en nada el ADN. Tras los primeros minutos de tanteo, el Alcorcón probó a Altube, impoluto en la vestimenta y en la ejecución. Con el transcurrir del choque, el Alba aceleraba. En una ocasión pintiparada, en el minuto 28, Pacheco arrancó, piso área, controló la bola, frenó en seco con el pedal diestro y volvió a acelerar para clavarla, con la izquierda, en la portería rival. Bautismo goleador del ‘18’ con trescientos albacetistas como padrinos. De ahí el final del primer acto, el Albacete rozó el segundo, tocando con calma atrás y en el medio y afilándose en zona de ataque.
La segunda mitad fue tan tensa y dura como acostumbra esta categoría. El cuadro alfarero apretaba, el Alba rebajaba las acometidas pero llegó la pena. Y fue máxima. El árbitro, VAR mediante, pitó penalti. Los locales empataron y todo volvió a empezar a la hora de partido.
El nuevo partido se reinició con cambios y los cambios protagonizaron el gol. En el minuto 66, Carlos Isaac asistió y Fuster definió. El ‘10’ tocó de primeras para hacer inútil cualquier acción defensiva.
De ahí a la conclusión el Albacete sufrió y aguantó. Pudiendo doblar ventaja y soportando cualquier ataque. Dolor y gloria. Lo decía Almodóvar y es válido para el equipo manchego.