El Alba está a dos pasos de llegar a su segunda meta volante. Atado hace tiempo el objetivo primordial, ahora pedalea para subir cimas más altas, picudas, pero también excitantes. Porque no todos los días se juega por acceder matemáticamente a una promoción de ascenso a la máxima categoría del fútbol español. Palabras mayores, como el balompié de esta categoría. Como la ambición de un grupo que según ha ido subiendo pendientes, ha aumentado su hambre.
Desde las 18:30h, el Alba pisará el césped de El Toralín para disputar su 500º partido a domicilio de plasta, su 999º en general en la Segunda División y su último desplazamiento, de momento, del curso.
Y será en casa de la SD Ponferradina, un equipo que la temporada que viene jugará en Primera RFEF y que quiere despedirse de LaLiga Smartbank dejando buen sabor de boca. Y eso pasa por ganar el último partido en casa. Un rival duro para el Alba que ya le ganó en el partido de la primera vuelta, en el Carlos Belmonte (0-1)
Por lo que no hay relajación posible, como no la ha habido en ningún momento del curso. Con la lección aprendida del partido en Ibiza, en el que el cuadro local también acababa de descender de categoría y obligó a los nuestros a sacar su mejor versión para imponerse con brillantez.
Esa luz, la que brilla pero no ciega, marca el camino del Alba y lo pone con disposición de mirar todo lo alto que quiera, aunque sin despegar los pies del suelo ni auparse más de lo debido para otear a un horizonte ilusionante.
Un camino en el que todos dejan su huella. Como por ejemplo, viajando juntos. Toda la plantilla. albacetista, disponibles y ausentes, estará en Ponferrada para ayudar y empujar a un equipo que contará con más de un centenar de gargantas en las gradas bercianas.